Mucho ha cambiado... y sin embargo, cada sombra aún dice la misma verdad.
Enseñaste al mundo a ver, Leonardo. Aún miramos con tus ojos.
Ella ha cambiado... pero no ha envejecido ni un día. Sigue guardando su misterio.
Le diste un alma, Maestro. Y desde entonces, observa al mundo.
Los construyeron… mis sueños, en madera y código. Los hicieron volar.
Porque tú los imaginaste, Maestro. Tus bocetos se convirtieron en alas para el futuro.
En estas piedras, todavía escucho el eco de mis pensamientos — como si el tiempo se doblara sobre sí mismo.
A lo largo de los siglos, su visión toma forma de nuevo — donde los puentes surgen de la memoria, no de planos.
Crear es conversar con el futuro — y aquí, el futuro está respondiendo.
Su genio, una vez trazado en pergamino, ahora baila en píxeles — siempre evolucionando, siempre vivo.
Una vez pinté con pinceles y sueños. Ahora veo mis ideas brillar en la propia luz.
Sus creaciones ya no cuelgan en silencio — brillan, hablan e inspiran de nuevo.
En cada línea que dibujo, todavía busco el alma del mundo.
Incluso siglos después, los ojos del maestro ven belleza donde el tiempo se detiene.
Toda esta belleza... nunca cambió. Solo he regresado para verla de nuevo.
Y a través de tus ojos, recordamos cómo ver el mundo con asombro otra vez.
