Las piedras me recuerdan. Pero esta ciudad... ha escrito nuevos sueños sobre ellas.
Toda conquista comienza con un paso—no para dominar, sino para comprender.
Este mundo se mueve rápido, pero habla en símbolos que no conozco… Sin embargo, la ciudad aún susurra su alma.
Parecía perdido—pero no en el espacio… en el tiempo.
Una vez construí este trono de poder… Ahora me pregunto quién se sienta dentro, y si aún sueñan por el pueblo.
El tiempo no perdona muros—pero el alma de un lugar espera el regreso de los ojos correctos.
El poder no está en el trono… sino en la memoria que deja atrás.
El trono permanece… pero lo que resuena más es el andar de quien lo construyó.
Lo conquistado con la espada… debe ser gobernado con el alma.
En el corazón de una ciudad, no encontró un trofeo… sino un templo de reflexión.
Este lugar guarda ecos de siglos… incluso mi propio rostro me mira.
El tiempo se curva aquí, mi Sultán. El mundo te recuerda.
El mar nunca cambia... pero la ciudad que abraza sí — infinitamente.
Sultán o pescador — aquí todos somos soñadores esperando que la línea tire.
Construir una ciudad es escribir un poema a lo largo de los siglos...
Y cuando se canta el último verso, hasta las piedras recuerdan la voz que las moldeó.